Sociedad

El virus que cambió el mundo y con ello las relaciones sociales

“Hoy permanecemos informados y a la vez desinformados, no por la prensa, sino, por la hiperinformación en línea”. Eduardo Henríquez, docente de la carrera de Comunicación.

La Universidad Nacional de Loja, con el fin de aportar desde las diferentes ramas del conocimiento, viene desarrollando una serie de acciones que permiten repensar, apoyar, hacer y entender los múltiples efectos de la emergencia sanitaria. En este caso, Eduardo Henríquez, antropólogo audiovisual colombiano y profesor de la carrera de Comunicación, explica las relaciones sociodigitales en tiempos de Covid-19.

 

¿Desde su campo, cómo percibe esta emergencia sanitaria por el COVID-19?

 

Eduardo Henríquez, docente de la carrera de Comunicación.

 

El ser humano, además de enfrentar enfermedades cotidianas, convive con una mortal epidemia, el Covid-19. Desde la Segunda Guerra Mundial, esperábamos un conflicto con armas químicas, pero el 99% de la población nunca se preparó para ello. Pienso que hemos permanecido obnubilados por el afán en ser productivos, estar conectados, informados, alardear de conocimientos; pero ignorantes frente al consumo masivo e innecesario que hacen daño al planeta y nuestro propio existir.

 

¿Qué hemos aprendido como humanidad, no solo ahora, sino de las catástrofes pasadas?

En retrospectiva, nuestros más incontinentes pensamientos siguen siendo prisioneros de la alegórica caverna descrita por Platón. Desde nuestra comodidad actual poco nos interesa que una idea divulgada en Internet prevalezca de verdad, mientras sus motivos superficiales satisfagan nuestras necesidades.

Esta conjetura coloca en duda que somos una sociedad posmoderna, avanzada y futurista. Sociedad que hoy se enfrenta a un virus, inventado o no, que demuestra que no hemos avanzado, ni invertido de manera eficiente, en ser conscientes de lo frágil y vulnerable que somos.

 

¿Qué nos obliga a realizar el COVID-19 como sociedad?

A repensarnos, interpelarnos y volver a proyectarnos desde el encierro obligatorio. Nos compete afrontarlo desde una posición limitada por lo absurdo, lo impredecible, lo desalentador y la incertidumbre de su final. Desde nuestros hogares, hoy refugios e islas, contabilizamos el número de contagiados y el número de decesos.

Escuchamos sin esperanzas a nuestros líderes políticos aturdidos y sin horizontes claros. Desde casa aplaudimos con miedo y damos gracias a aquellos que enfrentan a diario cara a cara el virus. Olvidando que cuando no había la emergencia tratábamos y hablamos mal al personal de estas instituciones.

 

¿Cómo se perciben las acciones de los gobiernos ante la emergencia?

Esta pandemia llegó sin avisar. Tal vez como una purga divina, al igual que se pensaba en el siglo XIV con la Peste Negra que también surgió en Asia y viajó por las rutas del comercio de las especias y la seda. Los humanos nos hemos creído dioses y hemos determinado a nuestra voluntad quién muere y quién vive. Hemos decidido tirar los dados del presente y predecir mediante el control económico, tecnológico y ahora epidemiológico el futuro. Lo importante para cualquier gobierno, divino o humano, es que el statu quo no se altere, al contrario, se ratifique.

 

¿A qué se refiere sobre el statu quo?

El statu quo determina lo que deseamos, lo que pedimos y hasta nuestro comportamiento. Antes algunas personas demandábamos tiempo para estar en casa, compartir con la familia y poder realizar otras actividades domésticas. Mientras otros, soñábamos con cabañas aisladas, sin conexión a internet, con una biblioteca a nuestro antojo y una taza de café, té o chocolate.

Hoy nos encontramos asustados, sin libertad de circulación, hacinados y aburridos en casa, conociendo los comportamientos cotidianos de nuestros seres cercanos. Desde casa algunos nos quejamos y queremos salir a divertirnos, socializar, ir nuevamente al trabajo a estar ocho horas encerrado. La calamidad sanitaria llegó sin avisar, desde esta situación hay que replantearse las nuevas maneras de avanzar como familia y sociedad. 

 

¿Qué debilidades en la sociedad reaparecen con el COVID-19?

La debilidad de las fronteras geográficas imaginarias. Así como lo hizo la Gripe Española en 1918. La adversidad que se refleja en el ensayo de Laura Spinney llamado “El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo”, visualiza de manera cruel cómo el virus desdibujó fronteras, y camuflando su poder invadió devastando poblados.

Lo que marca la diferencia con el nuevo Coronavirus, es que, en 1918, durante la postguerra la prensa estaba censurada y lo que se mostraba era la debilidad de otros países, más no de los propios. Hoy permanecemos informados y a la vez desinformados no por la prensa, sino, por la hiperinformación en línea.

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¿Cómo se modificarán las relaciones sociales?

Lo que está sucediendo en este momento, es que la necesidad natural de comunicarse del ser humano se adapta a las exigencias del aislamiento. Se ha detectado que, al satisfacer la necesidad de interacción social mediante la conexión de una vídeo llamada, un chat o la misma interacción con Like en Facebook ayuda a mantener la calma emocional del sistema neurobiológico de las personas.

En el entorno digital no permite algunos rituales de la socialización como el beso en la mejilla, el apretón de manos, los abrazos, entre otros. Pero hasta ahora ha sido el medio más eficaz para evitar el contagio. No podemos negar que antes de la crisis los entornos digitales ya nos habían robado algunos rituales sociales. Por ejemplo, el galanteo, el susurro de secretos al oído, el miedo a socializar con desconocidos y más.

 

¿Qué desafío enfrentamos luego de la crisis humanitaria?

Aunque toda esta crisis parezca ciencia ficción o una larga pesadilla enfrentaremos su desafío. Los seres humanos hemos demostrado, a lo largo de la historia, la capacidad de afrontar física, mental y culturalmente cualquier desgracia natural o artificial. Gracias a nuestra socialización se ha desarrollado la mejor de las herramientas la cooperación y el acuerdo.

Con ellas, hemos conseguido juntos poder cazar en grupos, desarrollar equipos, crear maquinas, alimentar nuestro espíritu artístico para sortear, innovar, e imaginar nuevas posibilidades de vida. Pienso, que de esta crisis saldremos menguados, pero más allá, librados de esta horrible noche y su amenazante extinción.

 

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